Hoy me he reunido con Alex, uno de los jóvenes emprendedores residente en el Plan3000 que se ha beneficiado del programa de microempresas que ya hace años puso en marcha el Proyecto Hombres Nuevos. Mi intención no ha sido más que escucharle y poder compartir con él mi experiencia en la gestión de empresa y en la comercialización de productos por si podíamos buscar sinergias e intercambiar información que le pudiera a él ser útil para mejorar la rentabilidad y la sostenibilidad de su pequeña empresa de chips de banana con sabores. Estando con Alex, me he acordado de los 25 años de trabajo que como Director de Producto (entre otros muchos cargos más) desempeñe en una de las grandes empresas internacionales española del sector de la moda y que dejé atrás hace ya 3 años. Di por finalizada esta larga etapa de mi vida básecamente por desgaste y desmotivación. Aunque suene a tópico, me di cuenta que por muy bien que me ganara la vida, no era feliz y necesitaba otros retos y esteímulos. Renunciar a un trabajo con esas condiciones no fue nada nada fácil, pero finalmente me atreví a dar el paso.
Bajo mi nuevo status personal, me dediqué a viajar, pero esta vez sin billetes de vuelta. Y viajando de un país a otro, el año pasado acabé en Nepal participando como voluntario durante varios meses de un programa para gestionar y apoyar el funcionamiento de una casa de acogida para niños y niñas de la calle. Emocionado con la experiencia, a la vuelta en Barcelona, a punto de cumplir los 50 años, decidí inscribirse en la Universidad y realizar un Postgrado en Cooperación Internacional como Técnico para la Gestión de Proyectos.
Y así fue como, con el Postgrado ya en el bolsillo, apareció HH.NN para abrirme las puertas de su casa y de los proyectos que desde hace ya más de 25 años, llevan desarrollando en el humilde y marginal barrio del Plan 3000, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Aquí voy a pasar los próximos meses colaborando con el equipo de proyectos para intentar mejorar resultados y optimizar rentabilidad de infraestructuras y programas y facilitar, entre otras cosas, la consecución de subvenciones a través de la formulación de proyectos adaptados a las nuevas directrices y exigencias mundiales en temas de cooperación, para que con todo ello, se consiga una mayor sostenibilidad futura de todo este increíble engranaje de proyectos sociales que conforman ‘La Ciudad de la Alegría’, donde se aglutinan programas dedicados a mejorar la vida de los más necesitados, promocionando sobre todo la educación y la salud, al frente del cual se encuentra mí ya admirado Nicolás Castellanos, al que considero un integrante más del reducido grupo de grandes hombres capaces de hacer grandes cosas en la vida, y que junto con todo su equipo de fraternos bolivianos llevan a cabo este proyecto de manera tan generosa, responsable y loable.
Estoy convencido que va ser una gran experiencia (de hecho lo está siendo ya) que me va a permitir poder desarrollar en terreno todo lo aprendido en estos últimos meses y retroalimentarme con los conocimientos locales. Compartir vivencias y experiencias y conocer a personas como Alex, el microempresario con el que empecé este artículo, o Nicolás, Fabiola, Noelia, Félix, Vania, Mónica, Pedro, Raquel y tantos otros, enriquecen el alma y el espíritu y le dan sentido y profundidad a cosas que hacemos (o no) muchas veces sin saber por qué. Y es aquí y ahora donde me doy cuenta de que en realidad estoy donde tengo que estar. Y eso, en este mundo rápido y vertiginoso en que vivimos, ya es un gran logro personal ¡conseguido!