10.02.2021
¿CÓMO SUPERAR ESA DEPRESIÓN CULTURAL?
Resulta complejo. La gran pregunta que surge después del coronavirus es: ¿Estamos preparados para ir por la dirección correcta en el futuro? ¿Vamos a ser capaces de crear otro mundo? ¿Cómo reconstruir el futuro? Todo mundo o casi todos se preguntan ¿Hacia dónde vamos? Ciertamente los síntomas y los signos son adversos.
- Nos faltan sentidos claros. Esto no ocurrió antes. El mundo se nos va de las manos. Vamos hacia atrás. El mal hoy es que las personas están desconectadas. El problema es la desvinculación. Nos movemos en una historia abierta entre el bien y el mal, donde el bien prevalece y el amor tiene que marcar todos los procesos.
Francisco con su tercera encíclica “Fratelli Tutti” pone el remedio y el dedo en la llaga de esta sociedad enferma y el remedio no es otro que la fraternidad y la amistad social. Reinventar, redescubrir la Fraternidad, ahí empieza la revolución. En algunas ciudades un 37% no tienen vecinos y en los jóvenes un 65% carecen de vecinos.
Hay que empezar por lo fundamental, por la primera necesidad que es la interioridad. Hay que descubrir la profundidad espiritual desde el vínculo. Ir a lo esencial ¿Lo cuidamos? ¿Y qué es lo esencial? Aquello sin lo cual no se puede vivir.
Por eso, repensar, reflexionar, mirar, aprender lo que somos desde una mirada positiva, de amor, perdón, gratitud, gratuidad; saber contemplar lo bello y lo bueno.
Esto implica:
- Reconstruir la mirada, procesos de reconstrucción.
- Volver a sentir el aire en la cara, descubrir el árbol delante de la casa.
- Compartir con los otros.
- Empatizar con los otros.
- Nos hemos hecho próximos.
- Este encierro nos ha sacado de otros muchos encierros. Es un espejo donde mirarnos.
- Parar, reflexionar, pensar, mirar, aprender.
- Llamada a ser auténticamente humano. Ese es el desafío. Ser como Jesús: Ser humano. El proyecto de humanización de Jesús, Él es nuestro modelo de humanización. “Es la hora de recuperar la dolencia humana, la compasión que brota de una auténtica fraternidad que no se base en la simpatía o empatía con unos o algunos y algunas, como tampoco se limita a la solidaridad, sino que apuesta por la humanización de todos y todas por igual” Escribe Rafael Luciani.
Y en consecuencia, descubrir el modelo de ser y de crear comunidad. Reforzar la vinculación y redefinir el compromiso con la gente, revincular el nuevo contrato social. Crear conciencia colectiva que nos vincule, que nos construya, que ponga otras bases y cimientos. Buscar lo que es perdurable, partir de la experiencia de la gente. Leer con sentido común lo que está ocurriendo. La clave no está en poner los medios de poder, sino los medios de reflexión, precisamente ahí empieza la revolución.
Hay que poner estrategias para crear vínculos, vecindad, fraternidad. Poner en valor nuestra ciudadanía plena. La línea de construcción es la profesional. Revinculación en los barrios, en la familia, en la vecindad, en la comunidad de vecinos. Volver a ser pueblo en términos comunitarios. Hacer más densos los vínculos. Crear un contexto, unas situaciones vivas, palpitantes, donde puedan crecer las vinculaciones y superar las soledades. Personalizar, tomar en cuenta a las personas, sobre todo, las más vulnerables, descartadas, migrantes, enfermos, ancianos. La mayoría de las personas mayores fallecidas lo han hecho en residencia de ancianos. Revalorar a las personas mayores.
La parroquia es un lugar privilegiado, no solo para celebrar Eucaristías, sino porque la parroquia es como un barrio, es una plaza abierta. El lugar propicio de revinculación, de hacer comunidad, mediante la acogida, las relaciones personales, personalizadas e interpersonales. Allí podemos encontrar lo esencial. ¿Lo es?
La comunidad cristiana tiene que cuidar la sociedad civil para generar el asociacionismo para reconstruir la sociedad para servir, poniendo medios, talentos y posibilidades. Y seguro que por ahí corre la Palabra de Dios.
La revolución del Evangelio a la que nos provoca “Fratelli Tutti” se convierte en un reto transformador de la cultura católica.
Finalmente si unimos todos “los casi nada” podemos llegar “al casi todo”. Porque todos podemos poner un poco más de tiempo, de dinero, de escucha, de diálogo, de entrega. Con todos nuestros “apenas” podemos hacer un todo.
La modernidad se está acabando, más bien ya estamos en la posmodernidad, necesitamos un baño de realismo, disolución del consumir y subirnos a la utopía.
Con todo, vivimos un tiempo apasionante, si nos cuidamos para cuidar a los demás y porque es una ocasión para crear y soñar una vida nueva y diferente.