Skip to main content

PREMIO PRINCIPE DE ASTURIAS DE LA CONCORDIA 1998

foto4 andrea

Cuando pensaba en hacer un voluntariado internacional, tenía una idea distinta en mente. Imaginaba llegar a un país a aportar mi ayuda para mejorar la situación de su gente. Y no piensas en que en realidad lo que ocurre es un intercambio, donde una persona voluntaria aporta su trabajo, su tiempo, su esfuerzo, pero recibe enseñanzas, experiencias, cariño. Sin ninguna duda, la persona voluntaria recibe más de lo que aporta. Y en esta entrada no puedo hacer otra cosa que compartir toda la sabiduría que este voluntariado me ha brindado.

El aprendizaje más importante que me llevo en mi mochila es el agradecimiento. Las personas bolivianas se sienten afortunadas por poco que tengan y valoran el tiempo que los demás les dedican. De esta forma, no hay comida con bolivianos que no acabe en un gracias, solo por el hecho de compartir. Es una manera de valorar lo que tenemos.

Otro valor que cargo en mi mochila es el cariño. En Bolivia me he sentido como dentro de una familia, que te apoya, que se preocupa, que te brinda una mano, que te da su cariño. Esta familia no solo estaba compuesta por los miembros de la fundación que me acogió, Hombres Nuevos, sino también por todos los niños y niñas bolivianos/as que desde el primer momento solo tuvieron gestos bonitos para mí.

También me llevo para mí la conexión con la tierra y sus elementos, con la pachamama. Si bien al principio me sorprendió que las primeras gotas de la cerveza, o la primera hoja de coca fueran arrojadas al suelo, pero al preguntar me explicaron que era una ofrenda a la pachamama por todo lo que nos brinda. Desde ese momento, no pude sino adoptar la misma costumbre, y dar gracias a la pachamama, pues es mucho lo que ella nos da.

Además descubrí la capacidad de estar presente. Algo tan simple como disfrutar el momento que estás viviendo, sin angustiarse por el futuro ni arrepentirte por el pasado. Simplemente estar en el aquí y el ahora en cada instante, disfrutar cada segundo, pues es único e irrepetible. Algo que parece tan sencillo, pero que verdaderamente cuesta mucho.

Otra nueva carga en mi mochila es el desapego de lo material. "Lo único que podrás llevarte contigo al final son los momentos, las cosas se quedarán aquí", me dijo una vez un señor que vendía jabones en un mercado. Ellos no se preocupan por tener el nuevo modelo de smartphone, o seguir la última moda, sin embargo cada vez que pueden, juntan a toda la familia para compartir momentos.

También tuve la oportunidad de conocer viajeros de toda Latinoamérica, que te contaban sus historias personales, las historias de sus países de orígenes y sus historias de viajes. Todas estas vivencias enriquecen mi espíritu viajero, y alimentaba mis ganas de seguir conociendo culturas.

También me llevo la fuerza de esos/as niños/as, que pese a sus difíciles historias personales siempre tenían una sonrisa y un abrazo que regalar. Que pese a toda adversidad, tenían muchas ganas de aprender, y mucho mérito por el esfuerzo que ello les suponía.

Además sentí su hospitalidad, su manera de recibir al extranjero como a un vecino. En Bolivia me han abierto, en el sentido literal, las puertas de sus casas.

Me quedo con su fruta y su verdura, fresca y llena de sabor. Me quedo con la fuerza de las mamitas, que desde muy temprano estaban en la calle guerreando por mantener a su familia. Me quedo con el sentimiento de los pueblos originarios, que no quieren perder su cultura y sus costumbres.

En definitiva, me quedo con su gente y todo lo que he podido aprender de ella. Me quedo con sus valores, dignos de admirar y aceptar. Me quedo con los momentos vividos, que no podían haber sido mejores. Me quedo con un buen sabor de boca.

Me voy de Bolivia con la mochila cargada de enseñanzas que han calado en mí, y con muchos amigos y amigas al otro lado del charco. Me voy muy agradecida a todos y todas los que han hecho posible esta experiencia. Me voy sintiéndome afortunada por todo, sintiéndome muy feliz. ¡Gracias!