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PREMIO PRINCIPE DE ASTURIAS DE LA CONCORDIA 1998

Sedes

01.04.2022

DAVID GARCÍA MARTIN, SACERDOTE DEL CONCILIO VATICANO II

Nos sorprende, como siempre, hoy la muerte de nuestro querido David, excelente compañero, persona coherente y buena,  obediente, sacerdote del Vaticano II, implicado en la Pastoral Obrera, con sentido eclesial y realista.

Resalto lo de obediente, nada fácil en los tiempos que se viven. David, en coherencia con sus opciones de Pastoral Obrera, siempre estaba disponible para servir allí donde el obispo lo indicase. Lo mismo cuando fue destinado a la Parroquia de San Telmo en Palencia, que a la Unidad Pastoral de Velilla de Río Carrión. Practicó siempre la obediencia de comunión, con alegría y entrega. Qué alivio para el obispo cuando David aceptó ir a Velilla del Río Carrión. Me acuerdo que fue en Vega de Doña Olimpa, en el funeral de aquel santo hombre, padre de Hilario.

Qué duda cabe que los presbíteros son la corona, la gloria, la esperanza, la felicidad de sus pastores y obispos. Ese fue David para mí, como obispo de Palencia. Vivimos el Ministerio en comunión y amistad, él como presbítero y yo como su pastor. Nos queríamos, estábamos identificados en la mística del discipulado y seguimiento de Jesús. Éramos condiscípulos en la escuela del único maestro interior, Jesús de Nazaret y en la praxis y aplicación del Vaticano II.

Para mí, esto es lo que cuenta, todo los demás, los pequeños fallos cotidianos, no son tenidos en cuenta por el buen Dios, Padre, Madre, ternura y misericordia.

Amigo David, siento tu muerte, tu separación, pero hoy hago memoria agradecida, porque como persona humana, creyente y presbítero, fuiste un DON para tu familia, para Santana, tu pueblo, cuando tú naciste, se llamaba Cuerno, para la Diócesis de Palencia, para el mundo obrero, para mí, que fui tu obispo, para nuestro obispo Manuel, que te acompaña con cariño en la oración.

Esta tarde, aquí en el Plan 3000, Santa Cruz de la Sierra, la Fraternidad Hombres Nuevos, celebra tu Pascua, tu encuentro definitivo con el Padre. Tenemos la certeza que desde el Reino de los cielos, nos bendices y nos ayudas a vivir la fraternidad apostólica presbiteral.

Descansa en paz, David, amigo.

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