Considero, y después de esta experiencia más firmemente que antes, que todas las personas tendrían que vivir un tiempo fuera de su país. El aprendizaje a todos los niveles (profesional, personal y sentimental) es impagable y por tanto no puedo dejar de agradecer al Proyecto Hombres Nuevos esta maravillosa oportunidad que me ha dado.
Yo llevaba un tiempo buscando un proyecto de cooperación internacional en el que poder participar, tras varios intentos un día hablando con unos amigos y compañeros de la carrera me comentaban su experiencia en Santa Cruz de la Sierra en el Proyecto Hombres Nuevos y para acá me vine.
Reconozco que al principio fue duro y me costó un poco adaptarme a lo que es diferente, es decir, a casi todo. Con el paso del tiempo conoces mucha gente (maravillosa la gran mayoría) y vas encontrando tu lugar en ese sitio que antes te parecía tan extraño.
Cuando llegué tenía más o menos claro lo que quería hacer aunque estaba abierto a otras propuestas, pero por mi formación (magisterio) y mis motivaciones comencé a trabajar en la parte educativa del proyecto. Existía una serie de aulas de apoyo en varios colegios en las que participé y cuando el curso terminó (en Bolivia el curso escolar va de Febrero a Noviembre) escribí una serie de ideas de algunas cosas que se podrían incluir en dichas clases. El responsable de Comunidades Educativas, José Lino, me propuso para que yo llevara a cabo dichas ideas y aquí estamos. Tras pasar las navidades en España con mi familia y amigos regrese al Plan 3000 para encargarme de las aulas de apoyo. Sin quererlo ni beberlo llevo ya un año con estas gentes que me han acogido tan maravillosamente bien y que me tendrá que aguantar hasta finales de noviembre.
A nivel personal la experiencia está siendo impresionante, esto es una escuela de aprendizaje constante que, como decía antes, todo el mundo debería vivir en algún momento de su vida. Un hecho que me cambio totalmente ocurrió un día colaborando con mis compañeros de Comunidades Educativas en unas actividades que habían preparado para uno de los colegios con los que trabajamos. Llegó la hora del almuerzo y la comida de los voluntarios aún no estaba lista, fui a preguntarle al responsable y cuando regrese al grupo de chicos/as con el que yo estaba me entregaron un plato en el que cada uno/a habían echado un poco de su comida (la que traían de casa) para mí. Chicos/as de 15 o 16 años a los que había conocido esa misma mañana y que compartían conmigo su comida (que os aseguro no les sobraba), se me pusieron los pelos de punta y casi me pongo a llorar a moco tendido.
Esta y otras “pequeñas” anécdotas que me sucedieron te hacen reflexionar en lo que es importante y lo que no lo es tanto. Entre otras cosas, allí también aprendí la importancia que tiene tu actitud ante cualquier dificultad, por grande que sea.