El espacio en el que he podido participar como voluntario es en el de las Comunidades Educativas. La labor de Hombres Nuevos ha sido enorme ya que “en 1990 la comunidad eclesial de base “Luz y Esperanza” levantó un diagnóstico y encontró que 62 chicas y chicos no iban a la escuela. Pusieron en pie, con 4 palos y una calamina, sin puertas ni ventanas, un aula para las 62 niñas y niños, que no tenían escuela. Hoy en Bolivia Hombres Nuevos ha ayudado a levantar más de un centenar de escuelas en donde más de 5.000 becas escolares han hecho posible que haya más de 5.000 profesionales con “vocación social” en el país, formándose a cambio de participar como voluntarios en tareas sociales.
Es en este contexto de lucha por una educación para todas y todos los niños en el que se enmarcan las Comunidades Educativas. Mi labor se realizó en una escuela y un instituto de un barrio que ha pasado de la pobreza extrema a una situación mucho mejor pero no por ello no carente de problemas. Ello, además, agudizado con la pandemia de la COVID19, que no ha hecho sino profundizar la brecha entre ricos y pobres. Durante estos años previos nos hemos encontrado con un aumento de la desigualdad a nivel educativo. Tal y como señala UNICEF, “el acceso a la tecnología y a los materiales necesarios para seguir estudiando mientras las escuelas permanecen cerradas es notablemente desigual” y es precisamente Bolivia el único país de Sudamérica en donde el porcentaje de la población sin acceso a internet supera el 50%.
Pese a que solo el 4 % de las familias en situación de pobreza tengan internet en el hogar) y que diversas ONGs ya pidieran sin éxito que las escuelas permanecieran abiertas para niños que no tuvieran recursos, la realidad fue que se clausuró el curso escolar sin ofrecer alternativas y con la certeza de que muchos alumnos dejarían la escuela tras la pandemia. El resultado fue que, tal y como aseguró UNICEF en su informe del 12 de enero de 2021, “la capacidad de los niños de leer, escribir y realizar operaciones matemáticas básicas se ha deteriorado, y las habilidades que necesitan para salir adelante en la economía del siglo XXI han disminuido”. Estos informes, que a veces se leen desde el ordenador y con la comodidad que ofrece una biblioteca o un hogar, se basan en una realidad en la que he trabajado como voluntario personalmente.
Las clases de apoyo a los grupos de primaria y secundaria nos han enseñado que, lejos de la realidad, lo que denuncian estas ONGs e instituciones es muy real. Chicos y chicas en los primeros tres cursos de primaria que no saben leer e incluso no conocen bien las vocales, o alumnado de instituto que desconoce operaciones de suma y resta con números enteros. Dictados a priori sencillos, que suponen un esfuerzo tremendo o alumnos que no saben identificar el nombre de figuras geométricas. El encierro durante la pandemia también se ha traducido en dos cursos que, para algunos y algunas de ellas han sido inexistentes debido a la falta de medios y a las casuísticas familiares. Todo un problema educativo de gran calado que gracias al trabajo de los y las voluntarias y profesionales ha tratado de enfrentarse desde las aulas.
La labor educativa de Hombres Nuevos es sumamente importante. A través de la educación, siguiendo a Paulo Freire y su pedagogía del oprimido, han intentado hacer de los más pequeños sujetos de su propia historia, convirtiendo la propia educación en una práctica de libertad. Además, se hace potenciando valores como la paz y la diversidad. Ambos valores importantísimos en un contexto en donde los discursos de los medios de comunicación y figuras de reconocido prestigio en Bolivia plantean que la violencia es innata a los pueblos andinos, se cede espacio mediático a presuntos maltratadores de género y se publicita la violencia política.
El tema de la diversidad en la educación tiene un gran peso en las comunidades educativas. Una diversidad en Bolivia que ha derivado, gestionada por diversos intereses, en problemas políticos entre el occidente y el oriente del país. Esos “círculos de cultura” de Freire que ponen en marcha las comunidades educativas de Hombres Nuevos, esos mundo comunes que son compartidos, se apoyan en una reivindicación de la cultura(s) boliviana(s), de todos los departamentos (los 9, tomando tanto los de Occidente como los del Oriente) y que son utilizados como un tesoro cultural para no perder las raíces culturales y poder construir un mundo nuevo que no abandone las tradicionales virtudes de la solidaridad en Bolivia.
Un ejemplo de cómo se vehiculan los mensajes transformadores a través de la educación nos lo muestran los certámenes de poesía que se celebraron durante la última semana de mi estancia. Los certámenes de poemas en los que participan los más pequeños se apoyan en la poesía costumbrista, que para el caso cruceño, pierden sentido si no se hacen vestido de camba y son recitados en público en un castellano lleno de conceptos que explican una realidad a través de diferentes conceptos como “acopaibao” (tonto, atolondrado), “afiltracao” (bien vestido), “aurita” (ahora), “cuñapé” (pan de almidón y queso) o “chicha” (bebida refrescante hecha de harina de maíz) y que dibujan una cosmovisión propia de la realidad cruceña.
En definitiva, mi experiencia de voluntariado me ha mostrado la importancia del trabajo voluntario y social en contextos mucho más difíciles de los que vengo y de la necesidad de luchar por esas iniciativas que, pese a las dificultades acaban arraigando y transformando la realidad social. En el Plan 3000 el problema educativo ya no era solo que, como asegurara Paulo Freire, la pedagogía dominante fuese la de las clases dominantes, sino que no había pedagogía. El pobre estaba excluido del sistema educativo. Las comunidades educativas contribuyen a que a través de la educación puedan abrirse las grietas de un sistema que todavía hereda vicios de la época colonial y que tiene como objetivo ampliar las bases de participación ciudadana de un barrio que aún arrastra los prejuicios de tener un origen extremadamente humilde.