Este verano he sido voluntaria en el Plan 3000, uno de los barrios más desfavorecidos del departamento de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Los meses previos al viaje fueron muy intensos entre vacunas, charlas y papeleo. Una vez aterrizamos, todos los nervios desaparecieron.
Nada más llegar a Bolivia fui recibida por el Proyecto Hombres Nuevos, la organización con la cual iba a colaborar. El primer día ya pude conocer el impacto que esta fundación tiene en el barrio del Plan 3000, habiendo construido decenas de colegios, hospitales y comedores.
Mi voluntariado consistió en trabajar como profesora en un centro educativo, nivelando a algunos estudiantes de Educación Primaria y Educación Secundaria. Me encontré con casos diversos, desde dificultades de lectoescritura y del habla en los más pequeños hasta problemas de autoestima y motivación en los mayores. Fue muy fácil conectar con ellos, venían a clase con muchas ganas de aprender. Me sorprendió conocer las dificultades que las familias tenían a la hora de educar a sus hijos, ya que a menudo los padres y madres no tienen los conocimientos, el tiempo o los recursos necesarios para ayudarles en sus tareas. Las voluntarias, por lo tanto, éramos la única ayuda que muchos de estos niños tenían fuera del horario escolar.
Sin duda, esta experiencia ha cambiado mi forma de mirar al mundo. He podido adentrarme en la cultura boliviana y conocer gente maravillosa, generosa y feliz de dar todo por los demás. He aprendido a restar importancia a los problemas del día a día, a valorar lo que tengo y a vivir el presente, sin tanta planificación ni preocupación. Recomiendo a todos a dar el paso y empezar a ayudar a los demás de una forma tan bonita como es el voluntariado