Para hacer mi mochila recolecté ropa de mis amigas que ya no usaban, eché mucho repelente antimosquitos, pero sobre todo, cargué mi mochila de ilusión… ¡me esperaba un mes y medio en Bolivia! Cuarenta horas nos separaban aun de Bolivia, pero en el trayecto tuvimos la suerte de conocer Bogotá, ¡qué pintoresca, cuanto color...! Anunciaba que estábamos en Latinoamérica. Pero más auténtico fue aún ese primer paseo, junto a una responsable del Proyecto Hombres Nuevos, en micro por el Plan 3000 (Santa Cruz de la Sierra). Nada de aceras, edificios y gente con prisas de un lado a otro... Allí todo confluía en la calle, animales, niños, ancianos, vencedores, artistas, taxistas, un barrio lleno de vida.
Durante los primeros días fuimos conociendo los distintos proyectos en los que trabaja la Fundación, entre los que se encontraba la Orquesta donde niños de 3 a 10 años aprendían a tocar un instrumento, el comedor social el cual acogía a un gran número de familias, el Hogar de Mensajeros, una residencia que alberga a niños con problemas familiares, el Centro de Día, donde personas cargadas de experiencia pasaban las mañanas y el Centro de Lajas, lleno de pacientes con historias turbulentas a sus espaldas.
Según nuestro perfil profesional se nos asignaba una función dentro del proyecto, por lo que me tocó ser profesora de apoyo en química, física y matemáticas para el nivel de secundaria y apoyar en lenguaje y matemáticas a los niños de primaria. En un principio debían de venir los niños que tenían problemas con esas materias, pero en los recreos me preguntaban “¿podemos venir a tu clase?” y yo más contenta que unas castañuelas contestaba a todos que “sí”. Volvía todos los días con una sonrisa de oreja. Me trataban como una más, y a parte de ayudarles en las materias, me encantaba charlar con ellos y que me contaran cosas de su país, costumbres, comidas ricas, música que les gustaba…
También he de decir que he vivido momentos incomodos con respecto a preguntas sobre el “descubrimiento” de América, y la época colonial. Queda un resentimiento residual hacia los españoles. Aun así me han tratado con cariño, respeto y agradecimiento.
Para despedirme del colegio quise participar en un acto en el que participaban todos los colegios de Hombres Nuevos, una entrada folclórica donde cada colegio se vestía y bailaba un baile típico de Bolivia. A nuestro colegio le tocó la Llamerada y la última semana todos los cursos, incluidos los profesores y padres practicábamos el baile para el gran día.
Además de los voluntarios, los componentes de la fundación, una de las personas que más ha calado en mí ha sido el padre Nicolás, un humano que decidió renunciar a ser obispo de Palencia para otorgar de herramientas en la medida de lo posible a este barrio, el Plan 3000. Él nos ha acogido, nos ha contado situaciones que ha vivido desde que llegó en 1992, historias, y anécdotas, muchas anécdotas que nosotros escuchábamos atentamente. Una de sus ideas me llamó mucho la atención. El padre Nicolás defiende que no solo hay que alimentar la boca del boliviano, también el alma. Por ello, desde la fundación además de crear comedores, también se han creado muchos colegios, un recinto de piscinas, un polideportivo, canchas en distintas calles, plazas y lugares de encuentro, etc.
Realmente he vuelto renovada y he reconocido el Voluntariado como una fuerza promotora para el desarrollo integral de una persona. Y es que el Norte debería de conocer la realidad del Sur…