Cuando me seleccionaron en el proyecto de Comunidades Educativas Hombres Nuevos (CEHN) pensé, ¿cómo daré apoyo escolar si no recuerdo ni las divisiones? Lo que no era consciente era de la vital importancia que iba a tener mi figura profesional en el proyecto, en tanto que, la presencia de psicólogas, educadoras y trabajadoras sociales sería una gran vía para poder intervenir en aquellas problemáticas y necesidades que estaban pendientes de ser solventadas.
El proyecto CEHN se encarga de gestionar las 15 unidades educativas creadas por la Asociación Civil Proyecto Hombres Nuevos, dando respuestas educativas válidas a la realidad que viven los niños, niñas y adolescentes del Plan 3000. Una realidad basada en la desnutrición, enfermedades, mortalidad infantil, hacinamiento, violencia en el hogar, analfabetismo, drogodependencias, negligencia, indiferencia la educación…una realidad que dificulta a los más pequeños crecer y desarrollarse de manera estable y segura, haciendo de CEHN, por tanto, uno de los proyectos más importantes para la comunidad. Las funciones realizadas por este proyecto no son pocas, desde la gestión propia hasta la intervención en problemáticas detectadas tanto en el equipo docente, como en la relación con los familiares, impartición de talleres, preparación de campañas de sensibilización o la realización de actividades de convivencia, como el encuentro que viví en el voluntariado, donde niños y niñas de nivel inicial de todas las unidades educativas jugaban y compartían.
En cuanto a mi trabajo, este se puede resumir a mi implicación diaria en dos de las unidades educativas, trabajando así en dos de los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad: la infancia y la adolescencia. Si bien el trabajo con ambas poblaciones supone una intervención totalmente diferente y adaptada, esta refleja la realidad similar que viven la mayoría de niños, niñas y adolescentes del Plan 3000. Esta realidad, derivada de multitud de factores donde se entremezcla la ausencia de unos padres que deben trabajar para llevar alimento a casa con la desinformación existente en cuanto a la educación, es aquella con la que he tenido que trabajar en un corto periodo de tiempo, explotando mis capacidades en un contexto con recursos limitados. Respecto a mi experiencia con la población adolescente, mi labor ha sido la de conocer, evaluar y apoyar a una serie de jóvenes, derivados por el equipo docente o por voluntad propia, con los que he podido tratar aquellas preocupaciones y dificultades que le impedían tener un buen rendimiento académico, una gestión óptima de los conflictos o una buena convivencia consigo mismos. Para ello, he tenido la oportunidad con cada uno/a de ellos/as de trabajar algunas de las áreas más inestables de la adolescencia: autoestima, inteligencia emocional, resolución de conflictos o asertividad.
En cuanto a los más pequeños, tuve la más gratificante experiencia de descubrir mi amor por los niños y niñas, pudiendo acercarme un poco a este colectivo tan especial y tan lleno de energía, mediante la evaluación y la intervención socioeducativa, a través de las propias entrevistas y la elaboración de talleres de diversa índole (sexualidad, autoestima, acoso escolar…) que tuve la oportunidad de impartir tanto al alumnado como a madres y padres. La elaboración de estos talleres surgió de las necesidades detectadas tanto en el entorno académico como familiar de cada uno de los alumnos, en la que queda reflejada la falta de implicación familiar, de educación sexual y de afecto resultante de la realidad que viven.
En definitiva, he podido vivir una experiencia que ha permitido desprenderme de mis prejuicios, ha permitido que me sienta incómoda e insegura para poder ser consciente de las realidades que se viven en los países del Sur, ha permitido que desarrolle una perspectiva intercultural y que pueda ver la vida como una mujer boliviana camba y procedente del Plan 3000. Se han vivido momentos difíciles, no puedo negarlo, pero eran necesarios para que mi experiencia fuese enriquecedora. No obstante, me llevo la satisfacción de poder haber dado un pedazo de mí, de mis saberes, de mis buenas intenciones, siempre adaptándome a los valores de esta comunidad, pero sobre todo me llevo la enseñanza que me ha dado cada una de las personas que he conocido, cada niño y niña que ha hablado conmigo, cada actividad realizada, cada taller impartido, cada día vivido en Plan, en suma, cada experiencia que he podido compartir con la comunidad que forma la Asociación Civil Proyecto Hombres Nuevos, el equipo de voluntarios y voluntarias de cooperación al desarrollo y cada una de las personas que he conocido y que me llevo en el corazón. Aunque haya aprendido tres mil formas de educar, me llevo más de tres mil lecciones aprendidas.