Biografía

RESUMEN: Obispo y misionero español nacido en Mansilla del Páramo (León) el 18 de febrero de 1935. Profesó como religioso agustino a los 18 años y fue ordenado presbítero en el monasterio de la Vid (Burgos) en 1959. Amplió sus estudios en Roma (1959-1963), obteniendo la licenciatura en Pedagogía y en Teología en la Universidad Salesiana. Durante los veranos de esos cursos se desplazaba a Alemania, compaginando tareas sacerdotales y estudios. Sus primeras labores pastorales las ejerció en Palencia y León, como Director Espiritual y miembro del Consejo de Dirección en el Colegio San Agustín, que funcionaba como centro de educación reglada ordinaria y Seminario menor agustino. Posteriormente fue nombrado Provincial Agustino de la circunscripción de España, labor que desempeñó hasta 1978, en que Pablo VI le nombra Obispo de Palencia (España). Desempeñó su ministerio episcopal hasta 1991, presentando su renuncia a Juan Pablo II para ser misionero en Bolivia, que le fue concedida.
En 1992 se traslada a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) con un grupo de fieles religiosos, laicos y sacerdotes, fundando con ellos una iniciativa de vida en común llamada “Fraternidad Hombres Nuevos”. Promoviendo un movimiento misionero con una intensa labor con los más desfavorecidos, con el Proyecto Hombre Nuevos, que pone en marcha colegios, centros cívicos, atención sanitaria y hospitalaria, actividades culturales para la infancia y juventud, iglesias, con muy variadas iniciativas. Hasta la época actual son miles las personas que se han beneficiado de las actividades de Hombres Nuevos. Su pensamiento y doctrina se recoge en cientos de cartas, homilías y pastorales, así como en más de 23 libros publicados. Su labor a favor de los pobres y de la justicia social ha merecido numerosos premios y reconocimientos, entre los que se destaca el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998.
BIOGRAFÍA Y TRAYECTORIA PERSONAL
Nació en el seno de una familia sencilla de labradores, de profunda religiosidad, en un contexto laborioso y austero, donde en su niñez recibió unos principios y valores como la honradez, rectitud, sacrificio y esfuerzo, que mantendría a lo largo de su vida. En este periodo, ya apuntaban en él algunas características futuras: liderazgo, inteligencia, iniciativa, decisión, compañerismo.
En 1946 inició sus estudios en el Colegio de los Agustinos de León, trasladándose en el siguiente curso al noviciado de la misma Orden en Palencia. Allí permaneció hasta 1953, marchando posteriormente al Monasterio de Santa María de la Vid en Burgos para cursar la carrera eclesiástica, que finalizó con su ordenación sacerdotal en 1959. Decía Nicolás Castellanos que en ese tiempo “comencé a intuir mis opciones profundas y a descubrir que, para ser persona creyente, solidaria, se necesitaban tres espacios significativos: Aula, Cancha, Templo. Esa filosofía, esa mística me acompañó toda mi vida”.
Ese mismo año de 1959, comenzó en la Universidad Salesiana de Roma los estudios de Pedagogía, alcanzando la licenciatura. A la vez, estudió Teología de la Espiritualidad en el Teresianum de los Carmelitas. Durante las vacaciones se desplazaba a Alemania para aprender el idioma y compartir tareas con el sacerdote encargado de los migrantes de aquel país.
Destinado al Colegio-Seminario Menor Agustiniano de Palencia desde 1962 a 1973, ejerció la docencia como Director Espiritual, director del Colegio y prior de la Comunidad. Impartió clases en la Universidad de Valladolid; miembro del Consejo Presbiteral de la diócesis y presidente de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) de Palencia. En todos estos sitios mostró y desarrolló un carácter renovador y aperturista basado en el Concilio Vaticano II. Una de sus muchas publicaciones fue el libro con subtítulo “Pedagogía del Seminario Menor a la luz del Concilio Vaticano II”.
En 1973 fue elegido Prior de la Provincia Agustiniana de España con residencia en Madrid por cuatro años y en 1977 reelegido para otros cuatro. Mons. Castellanos pretendió en esos años post-conciliares buscar otro modo de ser agustino en la Iglesia de ese Vaticano II. Así lo resumía: “aplicar los principios de comunión, participación, diálogo, escucha, buscar colegialmente soluciones a los problemas. Mi objetivo fue aplicar el Concilio Vaticano II”. La labor de los misioneros agustinos en América era muy importante, y entre otras, destacaba la de Cafayate en Argentina. Castellanos las visitaba con frecuencia y les prestaba ayuda de todo tipo, lo que ponía de relieve el espíritu de colaboración y fraternidad que siempre le había caracterizado. En el libro titulado “De la ambigüedad al compromiso”, Nicolás Castellanos “anunciaba la urgencia de una conversión social hacia la fraternidad y la justicia”.
Con una gran capacidad de trabajo manifestada siempre, ha colaborado en distintas revistas nacionales e internacionales en temas relacionados con la vida religiosa y comunitaria, así como en numerosos libros. Ha dictado gran cantidad de cursillos y conferencias sobre la vida religiosa. “Este agustino es un hombre de carácter dinámico, activo, y trabajador, con gran dosis de intuición, con gran actitud para la comprensión; ágil para captar y asimilar situaciones y personas; con unas dotes más que comunes para gobernar. Se entrega de lleno a su quehacer. Tiene visión clara de las cosas, las personas y situaciones. Comunicativo y dialogante. Convencido de su fe y con una profunda vivencia religiosa. Es un enamorado y conocedor de San Agustín y de su vocación religiosa agustiniana”.
Durante su segundo mandato como Provincial, en julio de 1978, el Nuncio Apostólico Mons. Dadaglio le comunicó su nombramiento como Obispo de Palencia, transmitiéndole que el Papa Pablo VI estaba nombrando obispos que hubieran asimilado las coordenadas del Concilio Vaticano II. Durante bastante tiempo de la conversación, Nicolás intentó argumentar que no se veía como obispo, pero finalmente el Nuncio le convenció diciéndole que era joven y tendría tiempo de ir de misionero con los pobres del Tercer Mundo, como era su deseo. El 30 de septiembre del mismo año, en la catedral de Palencia, recibió la ordenación episcopal como Obispo de la diócesis. En dicho acto expuso su deseo de construir “una Iglesia renovada de la Comunión, desde la Paz, la presencia de la Justicia desde la Alegría con Amor y la Amistad y desde la Esperanza”.
Nicolás Castellanos siguió una vida sencilla. Decidió mantener su domicilio habitual en un modesto piso de la plaza de San Miguel, y no residir en el Palacio Episcopal. Buscaba así ejercer el ministerio de Obispo y Pastor al estilo evangélico, sin coche oficial ni chófer, siempre al lado de los más débiles, cercano y amigo de todos. Disfrutaba visitando zonas marginales, compartiendo su tiempo, especialmente en fechas señaladas como las Navidades, con la gente humilde y los ancianos; saludando con ternura y cariño a los niños huérfanos y haciéndose presente en cada rincón marginal de su diócesis. Tras trece años de intenso trabajo apostólico, siempre sensible e inclinado hacia los pobres, siente que su opción por ellos ha de ser aún mayor. Durante su pontificado gobernó colegiadamente, reformó las estructuras eclesiales e implantó decididamente la doctrina del Concilio Vaticano II.
Los rasgos que facilitan la comprensión de la actitud y pensamiento de Nicolás Castellanos podrían resumirse en: cercanía servicial y participación, que pedía, facilitaba y realmente practicaba para el desarrollo de su misión como obispo. Ejemplos de esta manera de conducirse son la disciplinada programación-revisión pastoral realizada cada año con la colaboración de todos (incluida la Pastoral de la región del Duero, destinada a las capas más desfavorecidas del mundo rural palentino), el Sínodo Diocesano (1987-1988), con la participación de 11.000 seglares palentinos, jóvenes, mayores, hombres y mujeres de toda condición y una Asamblea Presbiteral (1990) donde participaron 250 sacerdotes. Por último, se aprecia un dinamismo humanizador que irradia toda su actuación.
En el prólogo del libro que recoge sus Cartas Pastorales, titulado “¿Responde la Iglesia a los desafíos de hoy?” el cardenal Tarancón, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, escribió: “Mons. Castellanos es un Obispo Profeta… en una diócesis perfectamente organizada y comprometida espiritualmente, ha querido ocupar un puesto de vanguardia -entre los pobres y abandonados que buscan en el mensaje de Jesús su total liberación- para comprometerse radicalmente con el Evangelio. Toda su vida y muchas de sus obras -todos sus escritos- tienen un hálito profético”.
Fue el obispo de los pobres y también de la paz, y se atrevió a defender la objeción de conciencia durante la guerra del Golfo, con el consiguiente disgusto del episcopado español. Él quería renunciar a todo para vivir con los pobres.
En 1991 sorprendió a la opinión pública con su renuncia al episcopado y su decisión de marchar como misionero a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), que le fue concedida por Juan Pablo II. Su gesto, poco común en la Iglesia Católica, tuvo una amplia repercusión mediática y social entre gentes de toda ideología, posición social, de confesión o no confesión religiosa y, también, en toda la Iglesia.
El 6 de agosto de 1991 se despidió de su Diócesis de Palencia: “Cuando recibáis esta mi última Carta Pastoral, que hace la número 26, ya no seré vuestro Obispo y Pastor, seré solo y para siempre, vuestro hermano y amigo que os quiere de corazón… Me he decidido a dar este paso solo por fe, amor, y cariño a mi Iglesia de Palencia, y por amor a los pobres del Tercer Mundo…”
VIDA EN BOLIVIA (1991-2025)
Nicolás Castellanos llega en enero de 1992 a Bolivia, país con las tasas más altas de mortalidad infantil, analfabetismo, y deserción escolar de América Latina. En 1990 el índice de analfabetismo ascendía al 22,5% y morían cada año 6.000 niños por enfermedades diarreicas. Fue acogido por Mons. Julio Terrazas en la Archidiócesis de Santa Cruz, junto a un grupo de laicos sacerdotes y religiosos que se había constituido en Palencia, y que llamó más tarde la “Fraternidad”. La describió como una comunidad de inserción que evangeliza desde la opción por y con los pobres, moviéndose dentro de un proyecto integrador, que abarca todas las dimensiones de la persona humana (que tiene hambre, que necesita escuelas, unos mínimos de salud, de higiene… y otros elementos básicos).
Su actividad misionera comenzó en uno de los barrios (Plan Tres Mil) más empobrecidos de la periferia marginal de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, donde en 1992 vivían 75.000 personas y 25 años después, alcanzaba los 500.000. Las condiciones de vida eran paupérrimas: el 60 % de la población vivía en la pobreza y el 40 % en la miseria. Las calles eran pura arena que en época de lluvia se embarraba haciéndolas impracticables. No existía alcantarillado y el alumbrado público no llegaba a todos los barrios. Entre la basura acumulada, los charcos de lluvia y las aguas residuales expulsadas desde los hogares, se originaban focos de infección que provocaban enfermedades tales como la tuberculosis, problemas dermatológicos, diarreas, etc. La falta de dinero para comprar alimentos, los malos hábitos de cocina, la falta de higiene y la falta de formación y educación derivaban en problemas de desnutrición, sobre todo en los niños (el 80% padecía desnutrición crónica), y hacían muchas veces imposible la atención médica para curar estas enfermedades.
Una vez instalada esta pequeña comunidad en una vivienda de los franciscanos, que irónicamente denominaron “El Palacio” por sus características contrarias, pues más bien era una choza, crea el Proyecto Hombres Nuevos. Fue concebido desde un principio como un proyecto social de promoción integral para los pobres y con los pobres, en el que trabajan y colaboran personas voluntarias bolivianas, de cualquier credo y condición, que deseen prestar su voluntariado en el ámbito del Proyecto. En octubre de 2008 este Proyecto se constituye en asociación civil para funcionar como una entidad sin ánimo de lucro boliviana, cumpliéndose así el deseo de su fundador, Nicolás Castellanos, de que el Proyecto Hombres Nuevos quedase en manos bolivianas.
En agosto de 1999 Nicolás Castellanos crea la Fundación Hombres Nuevos, entidad de carácter fundacional sin ánimo de lucro, con sede social en Palencia, para apoyar al Proyecto boliviano de Hombres Nuevos, con el objetivo de erradicar la injusticia y la pobreza extrema a través del desarrollo de proyectos y de las acciones necesarias que ayuden a mejorar las condiciones de vida de los grupos de población más desfavorecidos, además de elevar su dignidad y autoestima, y facilitar los medios necesarios para que sean artífices de su propio desarrollo. En noviembre de 2018 deja la presidencia de la Fundación Hombres Nuevos para que sean otras personas las que continúen con la labor al frente de la entidad. Desde entonces ha permanecido en Bolivia practicando su opción misionera y dedicando todos sus esfuerzos en mejorar la calidad de vida de las personas y comunidades más desfavorecidas, hasta su fallecimiento, el 19 de febrero de 2025 a la edad de 90 años, en el barrio marginal del Plan 3000 de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en donde, por expreso deseo suyo, descansa en paz.